¿Quién
me librará de este cuerpo de muerte? Pablo, Romanos VII. Golpea
la puerta cerrada de una casa a oscuras. Llueve. Su cabeza sabe que
va a morir y que, antes, un poco antes, se topará cara a cara con
eso que funde los pasos de un hombre con el efímero y errático vuelo
de un insecto. El agua lo moja: para que esta lluvia caiga como cae,
y lo moje del modo en que lo moja, debió suceder algo vasto y terrible en
otra parte: la extinción de una especie, muerta de sed a orillas
de un río seco, las nubes huyendo grávidas de toda el agua,
sin sentir culpa alguna. A sus golpes nadie responde. O sí, una
voz remota, casi inaudible, que le advierte lo que su razón ya aceptó y
su corazón rechaza: Hasta el fuego un día reposa, frío.
Carlos Barbarito (de La luz y alguna cosa, Buenos Aires, Ùltimo
reino, 1998) | Who
shall deliver me from this body of death? Paul, Romans VII (24,25) He
knocks on the closed door of a house in the dark. It is raining. His
head knows that he is going to die and that, before, a short time before,
he will bump face to face into what the steps of a man have in common with
the ephemeral and erratic flight of an insect. The water makes him wet. In
order for this rain to fall as it falls, and to make him wet the way it makes
him wet, something immense and terrible had to take place elsewhere: the
extinction of a species, death from thirst on the banks of a dry river,
clouds pregnant with water fleeing without feeling any shame. To his knocking
no one responds. Or, still, an almost inaudible, distant voice, that
warns him of what his reason already accepted but what his heart rejects:
Until the fire one day rests, cold. Trans.
Stefan Beyst |